Ahí, en el precioso tiempo en que nada importa, solo sonreír y disfrutar.
Despertar con los rayos de sol que iluminan la habitación, respirar ese aire cálido de las mañanas, escuchar los pájaros y los niños riendo mientras juegan en la piscina, desayunar un buen zumo refescante, ponerte el bikini, crema, toalla, llaves, cartas, móvil, e iniciar otro día con u chapuzón en el agua limpia y azul, fresquita y perfecta.
Comer pasta fresca y melón, sandía, y demás, salir por la ciudad, y ver que todos sonreímos, cual sea el motivo, que nos ilumina el sol de ahora, que nos da vitalidad, mirar de lado a lado y ver colores, gafas de sol, alegría.
Como si no fuera poca razón de querer que llegue ya, al atardecer, un buen sitio para cenar, y otros para salir de noche, vestidos cómodos y aerados, tejidos suaves y nada más que un poco de maquillaje, complementando el moreno de piel, y entre la oscuridad cálida, sentir la brisa que da escalofríos.
Inspirar, y decir, no cambies nunca.